miércoles, 15 de febrero de 2023

El sabanero inmortal

(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN, semana del 13 al 18 de febrero de 2023)


Cuando Adolfo Pacheco Anillo era un muchacho, Miguel, su padre, le cantaleteaba: “Pa tomar ron no necesitas ser músico”. Suponía, como era común, que ser cantante era ser un perdido.


El cantautor sabanero, muerto a finales de enero, fue afortunado. Primero, por ser hijo del mestizaje. Nacido en San Jacinto, Bolívar, en 1940, su familia paterna llegó de Ocaña un siglo antes. “Mi papá tenía Carmona, de modo que era indio”. Su madre, Mercedes, cantaba bambucos y pasillos, y montó una escuela de baile con acordeones, trompetas, maracas, platillos y redoblantes: El Gurrufero. En su cabeza se dibujó el mapa musical colombiano.


Otra fortuna: entre sus 126 canciones hay dos esenciales del folclor caribeño. Una surgió en una época de rivalidad musical entre las subregiones vallenata y sabanera por sus formas expresivas: La hamaca grande. Según contaba, antes de 1970 no se hablaba de vallenato, sino de música de acordeón. Con ella ofreció amistad a los músicos de la región del Cacique Upar. Menciona que quiere llevar al Cesar “un indio Parofo/ Y su vieja gaita que solo cuenta/ Historias sagradas” (…) “Que también tiene leyenda/ Cual la de Francisco el Hombre”, es decir, de igual grandeza.


La otra canción es El viejo Miguel. Casi no hay Festival en que no suene cuando los concursantes desean impresionar a los jurados con la interpretación del merengue. Habla de despedidas tristes: “primero se fue la vieja pa el cementerio y ahora se va usted solito pa Barranquilla”.


En suma, Adolfo Pacheco Anillo es otro de los inmortales de la música colombiana.

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