(Columna publicada en el periódico GENTE, del grupo El Colombiano, el 16 de diciembre de 2022)
Quienes
gozamos del fútbol sabemos que tanto o más disfrute que los partidos lo da el
hablar de lo sucedido en ellos: jugadas, faltas, pifias... Es otro deporte. Enciende
el pecho, es pasante de tragos y aderezo de comidas, y da chispa a tardes tediosas.
Con
la llegada de la video ayuda arbitral (var), algunos creían se apagarían esos debates.
La tecnología “emitiría” su palabra de Dios. Mano. Fuera de lugar… Y punto. Pero
lejos de acabarse, aumentan. Se arriman a la hoguera actores que permanecían
indiferentes por parecerles, no sé, algo frívolo como para quemarle alguna neurona.
Japón
marcó un gol que casi saca a España en primera fase del Mundial. Vimos la
pelota salir del campo antes de que un asiático la chutara al área de candela
para que otro anotara. La validez de la acción la explicaron matemáticos. Informaron
las medidas de la esférica y la línea, e indicaron que el arco de
circunferencia —el pedacito de barriga— del balón superpuesto a la raya fue de
seis milímetros. Una profesora española mencionó el anamorfismo, una distorsión
de la ilusión óptica, y que ese gol se aclara observando el cuadro Los embajadores, de Hans Holbein el
Joven, del siglo XVI: a los pies de dos hombres, una calavera solo es visible
desde cierto ángulo.
A
pulpos, elefantes y brujos que vaticinan campeones se suma Joshua Bull, de la Universidad
de Oxford. Su modelo matemático, a base de pruebas y testeos, determina el
ganador.
En
suma, se nos metieron los nerds al
rancho de la discusión. Lo sabíamos: esta frivolidad tiene su gracia.
Bienvenidos, ¡faltaría más!
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