(Columna RÍO DE LETRAS publicada en el diario ADN, semana del 3 al 8 de octubre de 2022)
La Comisión de la Verdad reveló hace unos tres
meses que los “falsos positivos”, es decir, los homicidios de civiles inocentes
a manos de militares que los presentaban como guerrilleros muertos en combate
para obtener beneficios o ascensos, dejaron unos 6.402 jóvenes asesinados en 31
de los 32 departamentos de Colombia, y que la mayoría de esos crímenes sucedieron
entre 2002 y 2008.
La novela Cada
oscura tumba (Seix Barral, 2022), de Octavio Escobar Giraldo, da cuerpo,
alma e identidad a una de las víctimas, al tiempo que transmite el sufrimiento
de los parientes y la impotencia de los investigadores. Más que explicar el
tema, consigue que los lectores lo vivamos, como los colombianos que lo padecieron
en carne propia.
Ánderson, un muchacho con retraso mental, cree
que unos militares que lo abordan solo son jóvenes disfrazados de soldados. Confiado,
les recibe un uniforme de guerra y lo viste dichoso. Ríe. Tiene la idea de que,
como ellos, se disfrazará para jugar. A partir de entonces, su hermana, Melva
Lucy, empleada de un restaurante, atraviesa un calvario por encontrar la verdad
y sufre por las constantes dilaciones de la investigación, que no parecen tener
otro propósito que matarle la esperanza de ver castigados a los culpables. Para
colmo, el abogado defensor recibe amenazas por ocuparse de semejante asunto.
Con lenguaje directo, sencillo y bien cuidado, el
manizaleño Escobar Giraldo narra la realidad sin maquillajes. Por el camino
muestra que en nuestro país, la lucha por la subsistencia constituye otra
guerra sin final.
Gracias por el comentario. El autor es muy buen novelista, sin dudas. Y ese tema, doloroso, es nuestra realidad, también.
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