viernes, 28 de junio de 2019


Venezuela



(Publicada en columna Río de Letras del diario ADN el 28 de febrero y el 2 de marzo de 2019)

Ahora, cuando la tensión aumenta en las relaciones de Venezuela y Colombia, es una oportunidad para volver los ojos a la literatura de ambos países; en especial, la del lado oriental del Orinoco. Porque la zozobra brinda una ocasión para conocernos más y en este asunto de entender las culturas, la literatura es uno de los medios más eficaces y amables de acercamiento.

Hablan de dictadura y acuden prestas las novelas de Teresa de la Parra, Ifigenia y Las Memorias de mamá Blanca, en las que se plasman, en medio de las acciones de la vida cotidiana, íntima y familiar, las condiciones de vida durante el régimen de Juan Vicente Gómez, el dictador de principios del siglo XX.

“—Quiero que me cuentes hoy, Mamá, un cuento nuevecito, en donde salga un caballo blanco, pero que no me lo hayas contado ni una sola vez”, pide un personaje en la segunda de las obras citadas.

¿Economía petrolera? No olvidemos a Miguel Otero Silva, el de Casas muertas, quien habla de un pueblo que entre enfermedades se iba quedando solo y sus habitantes migraban a sitios de explotación petrolera.

En el Festival Internacional de Poesía hemos escuchado a algunos de sus poetas. Ramón Palomares, Luis Enrique Belmonte… “En bocanadas de humo vas ascendiendo/ buscando el país de los amnésicos,/ los que se mueven en cenizas,/ los que no tienen retorno”, dicen los versos del segundo.

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