La negra
(Publicada en columna Río de Letras del diario ADN el 20 y el 23 de marzo de 2019)
La literatura
negra, en Colombia, goza de buena salud. Ha surgido un movimiento que antes no
había. Tal vez hacía falta el llamado de Héctor Abad Faciolince en una columna
de El Tiempo de 1998: “Es curioso que en el país
con mayor número de facinerosos del mundo, que en el país con más matones y
delincuentes que se conozca, que en el país donde más secuestran, donde más
roban, donde más atracan y donde más asesinan (…) no haya habido muchos intentos
de escribir novela negra”.
No significa que no
haya obras de delito anteriores al siglo XXI. Crímenes municipales, de Darío Ruiz Gómez, y Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez, son dos de
ellas.
Este género huyó de
la casa de su madre, la policíaca, para incluir las tensiones de la sociedad. Los
crímenes casi nunca están aislados, sino vinculados a la descomposición social.
Un sicario dispara en una esquina y las investigaciones hallan que las dos
puntas del suceso, víctima y victimario, hacen parte de sectores sórdidos que
se entrecruzan: narcotráfico, paramilitarismo, guerrilla, trata de personas,
corrupción… Estos asuntos nutren el género.
Laura Restrepo,
Sergio Álvarez, Ramón Illán Bacca, Jorge Franco… La Editorial UPB con su
colección Policías y Bandidos, y certámenes para hablar del género, como
Medellín Negro, hacen vigorosa la literatura que cuenta el crimen.
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