viernes, 28 de junio de 2019


La negra


(Publicada en columna Río de Letras del diario ADN el 20 y el 23 de marzo de 2019)

La literatura negra, en Colombia, goza de buena salud. Ha surgido un movimiento que antes no había. Tal vez hacía falta el llamado de Héctor Abad Faciolince en una columna de El Tiempo de 1998: “Es curioso que en el país con mayor número de facinerosos del mundo, que en el país con más matones y delincuentes que se conozca, que en el país donde más secuestran, donde más roban, donde más atracan y donde más asesinan (…) no haya habido muchos intentos de escribir novela negra”. 

No significa que no haya obras de delito anteriores al siglo XXI. Crímenes municipales, de Darío Ruiz Gómez, y Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez, son dos de ellas.

Este género huyó de la casa de su madre, la policíaca, para incluir las tensiones de la sociedad. Los crímenes casi nunca están aislados, sino vinculados a la descomposición social. Un sicario dispara en una esquina y las investigaciones hallan que las dos puntas del suceso, víctima y victimario, hacen parte de sectores sórdidos que se entrecruzan: narcotráfico, paramilitarismo, guerrilla, trata de personas, corrupción… Estos asuntos nutren el género.

Laura Restrepo, Sergio Álvarez, Ramón Illán Bacca, Jorge Franco… La Editorial UPB con su colección Policías y Bandidos, y certámenes para hablar del género, como Medellín Negro, hacen vigorosa la literatura que cuenta el crimen.

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