(Columna Río de Letras publicada en el diario ADN, semana del 5 al 11 de mayo de 2025)
Ahora, cuando se ha dejado
atrás la doctrina del teocentrismo para asumir la del tecnocentrismo y se
venera con obediencia la tecnología —diosa autoritaria e insaciable—, reverdece
el pensamiento de Fernando González, que invita a la libertad; no a la
esclavitud. A no desperdiciar la existencia detrás de ídolos de barro o de
silicio.
“La historia de la especie
humana va del rebaño hacia la libertad. En los comienzos hubo semidioses,
genios, y de ellos vivió la especie humana. El progreso consiste en la
liberación de los individuos”, dice el Brujo de Otraparte en Los Negroides.
Ahora, cuando la
inteligencia artificial se ha convertido en el nuevo Oráculo de Delfos, en emisora
de respuestas cerradas, qué bien nos viene la relectura viva de las obras de
Fernando González: en ellas, él no pretende dar verdades graníticas y definitivas,
sino convidar a cuestionarlo todo y a desconfiar de las certezas que se disfrazan
de absolutas. Total, en el universo nada hay quieto ni absoluto; todo es
cambiante.
En tiempos en los que la
mayoría corre desbocada hacia ninguna parte, detrás de modelos que imponen lo que
se debe usar, sentir, comer y opinar, qué oportunas resultan las ideas
gonzaleanas, que convocan a no traicionarse, a ser fieles a sí mismos, a no
temer a ser diferentes.
“No aspiremos a ser
otros; seamos lo que somos, enérgicamente. Somos tan importantes como
cualquiera en la armonía del universo”, se lee en Viaje a pie.
El 24 de abril se cumplieron 130 años del nacimiento de Fernando González y su pensamiento rejuvenece con el tiempo.
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