(Columna
Río de Letras publicada en el diario ADN en la semana del 28 de julio al 3 de agosto de 2025)
¿Sigue
vivo el género negro en Colombia? Formulada desde la Editorial de la
Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, la pregunta fue la chispa que
encendió una conversación en ese centro educativo un día de julio.
La
cuestión supone que existe un género negro en nuestro país. Que tal vez padezca
una enfermedad o lesión que lo tiene en agonía o incluso, ay, ¡lo haya matado
ya! Para dar el parte médico, nos convocaron a tres escritores de la colección
Policías y Bandidos de esa Editorial: Memo Ánjel, Emilio Restrepo y el autor de
estas líneas.
El
nuestro fue un parte de tranquilidad. Dijimos que mientras haya escritores
creando historias y lectores ávidos de leerlas, seguiría vivo. Que los géneros
no expiran: desde antiguo escribimos y leemos cuentos, tragedias, comedias… Evolucionan
las formas de contar, el lenguaje, los deseos, los miedos, las frustraciones. Mutan
los valores y los ideales. Parafraseamos a Lavoisier, padre de la química: la
literatura no se destruye; solo se transforma.
A
las letras del crimen les pasa igual. Algo anómalo se anida en el alma de los
bípedos vestidos. Asesinatos, robos, traiciones, tráfico de personas, armas,
drogas y mil flagelos más se renuevan a diario. En Colombia los aviva la
gasolina de conflictos armados, delincuencia, exclusión, pobreza, corrupción, discriminación.
Lo que se enferma y muere son las obras en particular, sobre todo las de autores que, por no correr riesgos creativos, repiten fórmulas que les funcionaron en libros anteriores. Caen, cómo no, en lugares comunes y monotonía.
Coleccionarla es maravilloso y sus títulos son geniales. En Casa Museo Luis Alberto Álvarez conservamos buena parte de ellos.
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