Fundación Cultural Esteros
Uruguay – Argentina: Fundación Esteros
obtuvo la categoría Fondos de Incentivo Cultural del Ministerio de Educación y
Cultura de Uruguay, 2022.
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Martina
Muestra de poesía colombiana actual
esterosrevista9 abril, 2025Edición 13
Bajo la cuidadosa mirada de Luis Fernando Macías,
ofrecemos esta nota que recoge cinco voces diversas de la poesía colombiana
actual. Distintas generaciones, estilos y abordajes del lenguaje se conjugan en
esta muestra que revela la pluralidad y las ventanas abiertas que tiene la
poesía de nuestros días.
Por Carolina Zamudio
John Saldarriaga (Antioquia)
El no-tiempo
La noche no tiene horas;
es una tela negra, inmensa,
una alfombra voladora
que no se vara.
Alucinaciones,
sentimientos arcanos de mujeres y hombres
flotan sobre la ciudad, y se mecen ahítos
como en un columpio nubes oscuras
que de un momento a otro anegarán las calles.
El amo transporta al esclavo
enfermo, en una carretilla;
el perro amansa a su dueño
caminando tras su sombra de sombra,
siguiendo su sueño desenhebrado.
La taumaturgia nocturna
lo puede todo.
Toma la forma de novela picaresca,
poema lírico,
o cuento de horror.
Se mezclan en una misma sustancia
la vida y la muerte.
Por fin somos hermanos
en una misma sustancia
el siervo, la piedra, el agua, la cañabrava
y nosotros, entes vestidos que de día soñamos reinar.
En una caverna
la noche es dos veces noche,
y si gotea, es tres veces noche…
Nictálope, saldré a echar un vistazo.
Caminaré en pantuflas para no despertar el mundo.
Extranjero
Octubre, que todo lo pudre,
expresa mi sentir.
Una saudade larga, eterna de lo que no ha sido.
Una calle mojada en mi cerebro,
una lluvia de ácido sulfúrico dentro de mi pecho.
Sin pausa.
El cielo se ha desplomado,
mi angustia se ha desplomado sobre la ciudad
que ahora tengo encharcada con mi pesar.
Me detengo frente al Arca de Noé
que si lo digo en Envigado no es metáfora, es literal,
y miro desprevenido el mundo pasar a pasitrote para mojarse lo menos;
yo, en cambio, miro, rumio lo mío
sin realidad y sin prisa,
como un extranjero involuntario.
Octubre 10
A veces
cuando me detengo a retozar en los patios de la conciencia,
llegan hasta mí
los ecos perdidos de lo que hubiera sido,
ese tiempo verbal hipotético
que los gramáticos suelen llamar pretérito pluscuamperfecto
pero que uno termina por pensar que es un eterno presente alterno,
y pienso que cualquiera de esas infinitas posibilidades imposibles
hubiera sido mejor que ésta.
Y cuando me detengo sobre los patios de la conciencia
para otear los callejones de donde brotan
los veo atractivos corredores claroscuros
de los que me llega un viento fresco, estival,
muy diferente al de este Octubre eterno de mi vida,
con aguacero tenaz,
que juega a desordenarme el cabello
y decido que cualquier cosa hubiera sido
mejor que esta sarta de estafas —o de estrofas— a la que llamo vida.
Evangelio según Saldarriaga
Con un dolor cuaternario en la columna vertebral
como si aún diera dificultad mantenerse erecto
o como si pesara sobre ti el fardo de la historia,
y otro dolor posmodernista agrupado en la mente
como si aún diera dificultad mantenerse sapiens
o como si pesara sobre ti el fardo estercolero
de las escuelas filosóficas,
reptas por las calles de esta ciudad apocalíptica
ahumando con inciensos para exorcizar el tedio.
Sólo eres sabio cuando dudas
si seguir las huellas marcadas en el polvo
y optas por hacerte a un lado.
Notas que la ciudad respira con dificultad
pues es un monstruo podrido de cáncer
y cuando estás borracho de tenacidad
la olvidas
y encuentras la senda que no se te ha perdido
pero casi no encuentras.
La locura es placentera
sin pesos sobre tu espalda
de bulteador de puerto.
No te afanes, pues no sabes tu destino.
El elegido
Me avisan que soy el elegido
para una excursión en solitario
a una playa de arenas movedizas.
El elegido como jardinero
que pode los cactus del Sahara.
El elegido para el harakiri del domingo.
El elegido para postergar anhelos
y seguir esperando que nazca mi mecías propio
o me lo vendan en el mercado,
(pero, eso sí: que calce también 44 para dejarle mis zapatos viejos).
Elegido para desocupar a soplos un balde de espuma, como en un cuento de O.
Henry.
Soy el elegido para que los bomberos
apaguen en mí las emociones.
Para seguir haciendo el ridículo
como el borracho que orina en la mesa servida.
Alguien debió lanzar la moneda
antes de darme cuenta,
y pedir cara y cruz, el muy bandido,
antes de darme cuenta.
Todo indica que sólo cuando haga las tareas
como niño aplicado,
seré Elegido.
Juraría que la vida es un viaje a empellones
como el del bus urbano que me hace las distancias
tirándome contra los demás
justo en los días que he nacido misántropo.
El mundo y las cosas son empujados para que sucedan
de una sola manera.
Así, súbitamente, al llegar a la esquina
nos cruzamos
y caminamos juntos.
Aunque las cosas parezcan verse, por momentos, diferentes,
el Sol alumbra de una sola manera;
la suerte está echada.
Nadie sabía a dónde había ido el abuelo;
solo, que no volvería.
Dejó una torre de sombreros
huérfanos de cabeza, en su ropero;
a la abuela sin un brazo de dónde agarrarse;
a mi madre con un dedo en la boca
como si pidiera silencio,
y a mí sin su estampa de hombre sentado
en piyama, desayunando.
Fue ese día o, mejor, a partir de ese suceso
un tanto anómalo
que descubrí la muerte.
Un gran borrador pasa borrando
cuando menos se lo espera,
uno a uno los dibujos de la hoja en que estamos pintados,
y la va dejando en blanco.
Fue ese día o, mejor, a partir de ese suceso
un tanto anómalo
que descubrí el absurdo.
Los perros parecían dormir bajo el catafalco,
ese barco en el que zarpaba el recién ido,
pero, de pronto, se levantaron,
sacudieron su sueño y se fueron
tras el amo, el tío Juan, quien, como el abuelo,
acababa de irse sin avisarles.
Ellos estaban menos dormidos que el abuelo, supuse.
esperé en vano a que él también se levantara de pronto,
sacudiera su sueño
y echara a andar…
Las flores colmaban la sala.
Los rezos en coro de señoras
parecían el clamor lastimero de ánimas en el Purgatorio,
al menos en el Purgatorio de Doré
que conocería años después
en un ejemplar de La Divina Comedia y tanto me asusta todavía.
Los trajes negros. Los pañuelos arrugados.
El café atizaba la hoguera de las conversaciones.
En los corrillos, no paraban de contar lo que ya sabían.
Fue ese día o, mejor, a partir de ese suceso
un tanto anómalo
que descubrí el dolor.
Sin consultárselo a él
como si se tratara de otro
el abuelo tuvo que irse;
no pudo decidir
(yo sé que él hubiera preferido quedarse).
Fue ese día o, mejor, a partir de ese suceso
un tanto anómalo
que descubrí que sí hay prisa.
John Saldarriaga (Antioquia). Ha ejercido el
periodismo en El Mundo (1997-2005), Gente (2015-2023) y El Colombiano
(2005-2018). Actualmente es columnista de temas de literarios en el periódico
ADN y la revista Generación de El Colombiano. Recibió el premio del Círculo de
Periodistas de Antioquia al Mejor Trabajo Periodístico en Prensa Escrita
(crónica) en 2005, el Premio a la Excelencia Periodística de la Sociedad
Interamericana de Prensa (crónica) en 2006. Ha sido profesor en varias
Universidades; ha dirigido talleres de escritura creativa y actualmente es
director del taller de narrativa A Mano Alzada, de Otraparte. Ha participado en
varias conferencias y encuentros. Ha publicado varios libros de narrativa,
poesía, poesía infantil, novela negra, cuento, crónica y reportaje. Entre
ellos, destacan: «Al filo de la realidad» (cuentos); «Vida y milagros»
(crónicas, reportajes y perfiles); «Gema, la nieve y el batracio» (novela);
«Los muertos que nadie llora» (novela negra); «El gallinazo azul» (poesía
infantil); «El fiscal Rosado y los dedos de Júpiter» (novela negra); «No hay
vileza sin dulzura» (cuentos).