(Columna Río de Letras publicada en el diario ADN, semana del 10 al 16 de marzo de 2025)
Hay
quienes tienden a sobre explicar las ideas. Esto los lleva a usar pleonasmos, esa
figura en la que se reitera una noción. Por abuso o simpleza, a veces resultan
disonantes tales repeticiones que nada aportan —subir arriba, aterido de frío,
testigo presencial, utopía inalcanzable, persona humana, accidente fortuito…—.
En otras ocasiones, usadas con maestría, constituyen una manera lúcida de reforzar
conceptos, enfatizar expresiones o brindar claridad a un asunto.
Hay
ejemplos en la Biblia. “Pero el jefe de los escanciadores no se acordó de José,
sino que le echó en el olvido” (Génesis 4:23), “Bajad a comprarnos grano allí,
para que vivamos y no muramos” (Génesis 42:2), “En el principio estaba la
Palabra y la Palabra estaba con Dios (…). Todo se hizo por ella y sin ella no
se hizo nada de cuanto existe” (Juan 1:1).
Un
as del pleonasmo es el juglar anónimo que compuso el Cantar del Mio Cid. Expresa: “llorando con los ojos tan gran gozo
tenía”, “Muchos días nos veamos con los ojos de la cara”, “Sonrió con su boca
Alvar Fañez Minaya”, “y con su boca empezó a hablar”.
Y qué tal la repetición de Polonio, al hablarle a la reina, en Hamlet, la tragedia de Shakespeare:
“Voy a ser breve: vuestro noble hijo está loco.
Locura llamo a eso,
pues definir qué cosa en verdad es locura,
¿qué otra cosa sería, sino solo estar loco?”.
Y sumemos otra pieza a nuestro dechado. Pertenece a la escritora Ana Rossetti y la presenta en el poema “Qué será ser tú”, incluido en Punto umbrío: “Qué, el estupor de ser tú, verdaderamente tú y, con tus ojos, verme”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario