(Columna
Río de Letras publicada en el diario ADN, semana del 14 al 20 de abril de 2025)
Encontrarle
sentido a la existencia: un propósito de la obra de Franz Kafka. Al bohemio se
le fueron vida y páginas sin hallarlo. Absurdas también parecen las relaciones entre
los individuos y esas abstracciones que rigen su destino: la sociedad, la justicia,
el poder… Logra decirlo en El proceso,
novela de cuya publicación póstuma se cumplen cien años.
Contemporánea
de otras obras revolucionarias de la literatura —Ulises de Joyce, En busca del
tiempo perdido de Proust…—, experimenta maneras narrativas, construye
personajes de mentalidad contradictoria, explora temas universales como la
finitud y la angustia existencial. A Josef K, empleado bancario, lo arrestan
sin razón conocida. Individualista, solitario, competitivo y superfluo, como cualquier
hombre moderno, se ve afrontando un proceso en el que no son claras la falta,
el tribunal ni las formas de defensa.
También
ante los demás, con frecuencia, uno resulta explicando hasta los actos
“inocentes” o, digamos, desprovistos de mala intención. Y los argumentos
loables suenan sospechosos. Las mismas razones salvan o condenan.
“Ya
no paraba de pensar en el proceso. A menudo había cavilado si no sería
conveniente elaborar un documento de defensa y entregarlo al tribunal. Quería
presentar en él una breve descripción de su vida y en cada acontecimiento
explicar por qué razones había actuado así, si este comportamiento era
reprochable o aceptable desde su actual punto de vista y qué razones podía
aducir para esto o aquello”.
K (al igual que X, Y y Z, los individuos todos) vive bajo sospecha.

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